martes, 23 de septiembre de 2008

La producción de espacio (o de qué creo que va todo esto, parte I)



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Si alguien cayera por aquí de casualidad, quizás le resulte algo confuso este blog, todo de lo que se habla aquí, y esta forma que tenemos de relacionar/enlazar todo con todo. Supongo que el factor humano, la propia composición del equipo de trabajo, es algo importante, y, bueno, a pesar de que la propuesta inicial de Lorena Sánchez planteaba emplear el paseo y el caminar como medio artístico sin más, los que colaboramos aquí hemos tocado también arte sonoro, geo-localización, urbanismo, paisajismo, trashumancia, y un largo etcétera. A veces necesito pararme para reflexionar e intentar mantener una vista global sobre esto, y, cuando lo hago, tengo que dar con algo, con una estructura, sea de metodología o de formalización o de planteamiento teórico, que me dé a entender qué es lo que realmente estamos tratando aquí. Curiosamente, este fragmento de Lefebvre es de esos textos que me acompañan desde hace años, y al que buena parte de los proyectos en los que he estado involucrado me han hecho  volver.
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Henri Lefebvre, "Espacio Social":


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Desde mediados del Siglo XIII, la oligarquía de mercaderes y burgueses de la Toscana empezó a transformar los dominios de los terratenientes, o los latifundios, que habían heredado o adquirido a través del sistema del métayage (o el colonat partiaire) en aquellas tierras: los siervos pasaron a ser métayers. Un métayer tenía que recibir una parte proporcional de lo que producía y, por tanto, y muy al contrario que el esclavo o el siervo, tenía un interés en la producción. La tendencia así desencadenada, que dio lugar a una nueva realidad social, no estaba basada ni únicamente en las ciudades, ni únicamente en el campo, sino más bien en su mutua relación (dialéctica) en el espacio, un espacio que tenía su propia base en su historia. La burguesía urbana necesitaba a la vez alimentar los habitantes de las ciudades, invertir en agricultura, y controlar el territorio en general, en tanto que éste proveía los mercados con cereales, lana, cuero, etc.,. Enfrentada a estas necesidades, la burguesía transformó el país y el campo según un plan preestablecido, según un modelo. Las casas de los métayers, conocidas como poderi, fueron distribuidas en círculo alrededor de la mansión donde el propietario pasaría temporadas de cuando en cuando, y donde sus administradores vivirían de forma permanente. Entre los poderi y la mansión se trazaron paseos rodeados de cipreses. Símbolo de la propiedad, la inmortalidad y la perpetuidad, el ciprés se inscribía de esta forma en el paisaje, otorgándole profundidad y significado. Estos árboles, la red de estos paseos, seccionaban y organizaban el terreno. Su disposición evocaba las leyes de la perspectiva, cuya realización más plena estaba apareciendo al mismo tiempo en la forma de la piazza urbana y su disposición dentro del paisaje de la ciudad. El campo y la ciudad - y la relación entre ambos - habían dado lugar a un espacio cuya identificación, formulación y desarrollo recaería en los pintores, los primeros de los cuales fueron los de la escuela italiana de Siena.

En la Toscana, como en otros lugares durante el mismo período (incluyendo Francia, que tendremos ocasión de discutir más adelante en conexión con la historia del espacio), no se trataba sencillamente de una cuestión de producción material y la subsiguiente aparición de formas sociales, ni siquiera de una producción social de la realidad material. Más bien, se produjo un espacio que no era ni rural ni urbano, sino el resultado de una relación espacial de nuevo cuño entre los dos.

La causa y la razón de esta transformación fue el crecimiento de las fuerzas productivas - de la manufactura, de las primeras industrias, y de la agricultura. Pero este crecimiento sólo podía haber tenido lugar a través de la relación entre ciudad y campo, y por tanto entre aquellos grupos que fueron el principal motor del desarrollo: la oligarquía urbana y una parte del campesinado. El resultado fue un incremento en riqueza, y por tanto también en la producción de superávit, lo cual a su vez tuvo un efecto retroactivo sobre las condiciones iniciales. El copioso gasto en la construcción de palacios y monumentos proporcionó a los artistas, y particularmente a los pintores, una oportunidad para expresar, a su manera, lo que estaba ocurriendo, para presentar lo que estaban percibiendo. Estos artistas descubrieron la perspectiva y desarrollaron su teoría porque un espacio en perspectiva era lo que tenían delante, porque esta clase de espacio ya había sido producido. El trabajo y el producto sólo se distinguen aquí con el beneficio del enfoque analítico. Separarlos completamente, par localizar una fisura radical entre ellos, sería equivalente a destruir el movimiento que les ha dado cuerpo – o, más bien, ya que es lo único que nos queda, a destruir el concepto de este movimiento. El crecimiento que he descrito, y el desarrollo que lo acompañó, tuvieron lugar no sin multitud de conflictos, no sin una lucha de clases entre la aristocracia y la ascendiente burguesía, entre el populo minuto y el populo grosso en las ciudades, entre los habitantes de las ciudades y los del campo, etc. La secuencia de hechos históricos se corresponde en gran medida con la révolution communale que tuvo lugar en una parte de Francia y en otras partes de Europa, pero las conexiones entre los varios aspectos del proceso general se detectan mejor en la Toscana que en otras regiones, ya que ahí son ciertamente más marcados, y sus efectos tienen un mayor impacto.

De este proceso emergió, pues, una nueva representación del espacio: la perspectiva visual que vemos en la obra de pintores, y que fue formulada primero por arquitectos y luego por geómetras. El conocimiento surgió de una práctica, y se desarrolló a partir de esta práctica a través de una formalización y la aplicación de un orden lógico.

Esto no quiere decir que durante este período en Italia, o incluso en la Toscana, en los alrededores de Florencia y Siena, los habitantes de las ciudades y los campesinos no siguieran experimentando el espacio en la manera emocional y religiosa habitual – o sea, a través de la representación de una conjugación entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal, envueltas en una guerra en todo el mundo, y particularmente en y alrededor de lugares que tenían una significación especial para cada individuo: su cuerpo, su casa, su tierra, así como su iglesia y el cementerio que recibía sus muertos. Ciertamente, este espacio de representación seguía presente en la obra de muchos pintores y arquitectos. Lo que quiero decir es que simplemente algunos artistas y pensadores llegaron a una representación del espacio bien distinta: un espacio homogéneo, claramente demarcado, completado por su línea de horizonte y su punto de fuga."