Para despedirme de la ciudad en la que viví durante 6 años, este verano me dediqué a pasearla con asiduidad. El Ernst Thälmann Park se convirtió en uno de mis lugares recurrentes. Lo que más me fascinaba de este lugar era su carácter oculto. Resultaba que escondido entre aquellas monstruosas edificaciones grises, vestigios de la utopía socialista, que tantas veces había visto de lejos me encontré con un pequeño paraíso. Tuvo que ocurrírseme un día mirar qué había detrás de Ernst Thälmann con su puño en alto para encontrar este lugar que tanto me gusta y en el que me topé con alguna que otra estampa un poco insólita.